lunes, 16 de febrero de 2009

Buuuuuuuuuuuuuuuu!!!!!

¿A que le temes?

Acaso a ese gran payaso que viste cuando eras pequeñita e inocente, metiendo la mano en su gran overol para sacar un globito largo, estirarlo e inflarlo, solo recordando que unos minutos antes viste a la persona sin maquillaje abriendo la bragueta de su pantalón, sacando su pene y sacudiéndolo mientras recargaba su puño en la mesa donde jugaste tantas veces, movía la cabeza en círculos haciendo muecas y gimiendo… maquillándose con una erección y transformándose en un ser que estaría en contacto con tantos niños, que atraía con esa voz fingida.

O acaso a ese día de aburrimiento total en el que dabas vueltas y vueltas por el pasillo de tu casa, pisando el mosaico flojo y percibiendo su sonido con enojo, por haber caído en su trampa, la misma trampa vieja; cambiando el canal de tus 6 asquerosas opciones, moviendo tus piernas en el aire, brincando en la cama, ojeando las mismas revistas viejas, una especie de porno despintado que causaba más pena que gloria, revisando los cajones de la alacena, haciendo ruiditos con tu boca y pensando la forma de salir para distraer tu mente… cuando lo único que te advirtieron fue: -No hagas ruido, quiero dormir-. ¡Oh cielos! Gran error, tu padre furioso se levanta para darte una paliza, llevarte a tu habitación, tirarte sobre la cama mientras sus gritos pasmaban tu rostro, mientras contenías un alarido para empezar a llorar y tu corazón se salía de impacto al ver su rostro endemoniado, maldiciendo mientras se alejaba, provocando que se enfadara el resto del día y no te permitiera hablarle, el ogro, el gran monstruo, el histérico, el del sueño ligero, el del "coyotito" de tres horas, el adulto, el de la razón, el pobre frágil y miserable padre mio.

Tal vez de esa ocasión en la que caminando en la madrugada sola y triste con la mirada baja notaste, que alguien te seguía pero no volteaste solo aceleraste el paso y cambiaste el rumbo sin fijarte hacia donde te dirigías…y… la sombra seguía detrás de ti, los pasos se marcaban cada vez mas y mas y mas hasta poner tus nervios de punta, soltar gotas de sudor desde el inicio hasta el final de tus extremidades… solo ¡voltea! Y descubre que era un perro… considerando que hubieras preferido que fuera una persona por aquella fobia horrorosa… buscaste una roca en el suelo para arrojarla y no sentirte tan indefensa, pero aun así tus nervios se encresparon, te paralizaste y tu alma quiso escapar del cuerpo, golpeando la cabeza hasta romperla y fugarse, tu cerebro se evaporó y quedó solo el cascarón inservible de un cuerpo abandonado por el abandono.

Le temes al sol por la hipoalergia.
Le temes a las multitudes y a los choferes de microbús.
Te temes a ti misma cuando no logras detener el llanto.
Al olor de llantas quemadas y a los cuetes.
Te aterra que alguien por la espalda te haga ¡¡Buu!!
Le temes al pasado, te paraliza el futuro y no logras asimilar el presente.
Te asustan los ruiditos en la mañana cuando el vecino prende su bomba y sube y baja sus escaleras.
Evitas a toda costa tener contacto con las albercas.
Vomita la sandía y el mole poblano.
Le temes a los barros premenstruales.

Etcétera...
Etcétera...
Etcétera...

Vives en una película de terror, protagonizada por actores chafas de los 80, esas en las que el suspenso parecía bueno, hasta que la cámara enfoca una marioneta meneándose con hilos.